viernes, 21 de noviembre de 2014

El orgullo del vestido



La vestimenta nacional es una túnica larga que los emiratíes lucen con orgullo. En el caso de los hombres, esta especie de saya blanca y sin cuello que llevan se llama kandora. Puede ser de diferentes calidades y una cuestión que llama rápidamente la atención es que los hombres siempre llevan la kandora impecable, limpia y perfectamente planchada.

En la cabeza los hombres se ponen una especie de pañuelo, llamado hatta o ghutra. Los más mayores siempre lo llevan blanco (sufra). mientras que los jóvenes a menudo lo llevan de cuadros rojos y blancos (shimagh). El pañuelo, sufra o shimagh, se sujeta habitualmente con una cuerda negra alrededor de la cabeza llamada agal. En ocasiones los jóvenes lo llevan sin agal, simplemente anudado a modo de turbante. Un dato curioso es que la ley prohíbe a los emiratís entrar en discotecas vistiendo el traje nacional. Aunque es muy raro que las mujeres (quizás menos del 1%) no lleven el traje nacional, las abayas negras, los hombres son menos rigurosos y bastante a menudo visten con pantalones y camiseta.


Tanto la abaya como la kandora, pero especialmente la abaya, en principio es una vestimenta que permite uniformar a la gente, hacerla igual a los ojos de los demás, una concreción práctica de ese principio islámico que pide a las mujeres que vistan con modestia. Sin embargo, en los EAU la abaya es un símbolo cultural más que religioso y hoy hay diseñadoras emiratíes que agudizan su creatividad para hacer más tentadores sus diseños a los ojos de las mujeres con billeteras repletas. La abaya se ha convertido en un objeto más para el lucimiento de la mujer emiratí. Se confeccionan con añadidos de diferentes colores, con bordados espectaculares,  con los más delicados tejidos e incluso rematados con pedrería y con ribetes de oro. Si bien se puede encontrar una abaya modesta por 50 euros o menos, las hay de seda con incrustaciones de cristales de Swarovsky cuyo precio puede alcanzar los 6.000 euros.


Ellas, desde que son adolescentes, visten de negro y con la cabeza tapada. No lo entienden como una humillación ni siquiera como un signo de sometimiento. Las más religiosas (o las más radicales) se cubren totalmente el rostro con un pañuelo de forma que solamente quedan visibles los ojos o con una tela muy ligera que les permite ver aunque lleven totalmente cubierta la cara. Debajo de sus abayas y de sus pañuelos, las mujeres emiratíes suelen ir muy arregladas y llevar ropa de grandes diseñadores. Esto se puede apreciar en los zapatos, bolsos, carteras y maquillajes que dejan a la vista. Al llegar a sus hogares o en las reuniones entre mujeres están con su ropa normal y sin túnicas. 

Los que las conocen bien aseguran que las mujeres emiratíes son incluso más abiertas de mente que las europeas, que les encanta la lencería fina y que les parece extraordinariamente sensual esa dosis de misterio que entraña caminar totalmente cubiertas todo el día para destaparse y entregarse cuando llega el momento. En el fondo son muy hábiles a la hora de manejar esa aureola de misterio que entraña el ir tapadas como arma de seducción.





Las interpretaciones acerca de la vestimenta en las mujeres son variadas y hasta cierto punto subjetivas. Son muchos los expertos, sobre todo los pertenecientes a la corriente del islam reformista, que subrayan que el Corán simplemente ordena la modestia, la decencia y el pudor a la hora de mostrar públicamente el cuerpo. Lo que dice literalmente el Corán al respecto es: "Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adornos que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino a sus esposos, a sus padres, a sus suegros, a sus propios hijos, a sus hijastros, a sus hermanos, a sus sobrinos carnales, a sus mujeres, a sus esclavas, a sus criados varones fríos, a los niños que no saben aún de las partes femeninas". A partir de ese texto, la  idea generalmente aceptada es que la mujer debe usar vestimentas holgadas y no muy finas acompañadas de un pañuelo en la cabeza que le cubra el cabello. En esencia, de lo que se trata es de que no deje ver nada de su cuerpo excepto la cara y las manos y no ponga de manifiesto las formas femeninas. Algunas mujeres musulmanas consideran que ni siquiera deben de cubrirse la cabeza.

jueves, 20 de noviembre de 2014

El lujo de ser nativo


A poco que uno se adentre en la realidad de este país, comprueba que hay dos clases de ciudadanos, los nativos y los demás. En principio se pueden diferenciar fácilmente porque visten de manera distinta al resto, los hombres nativos suelen llevar una túnica blanca (kandora) y un turbante, mientras las mujeres de aquí lo hacen con una túnica negra llamada abaya y un pañuelo (hijab). Los demás visten de otras formas muy diversas según su procedencia.


De los 8 millones de habitantes que tienen los Emiratos, únicamente un 20 por ciento son ciudadanos del país y tienen plenos y muy importantes derechos. La renta per cápita de los emiratíes está entre las más altas del mundo. Los ciudadanos de los EA, por el mero hecho de serlo, por haber tenido el privilegio de nacer aquí el destino les ha tocado con una varita mágica, tienen agua, electricidad, sanidad y seguridad social gratis. Afortunados ellos.

Para envidia de los que no tenemos esa suerte, éstas son algunas de las ventajas de los nacidos aquí. 

Sueldos: Los nativos gozan de sueldos superiores a cualquier extranjero que viva aquí. Y no es porque hagan mejor su trabajo, es que está así establecido por ley. El sueldo mínimo de los recién licenciados de cualquier carrera es de unos 4.000 euros al mes.
Funcionarios. En el sector público el 52% de los funcionarios son emiratíes, mientras que en sector privado solamente representan un 4%. Principalmente la diferencia se debe a los mejores sueldos y los mejores horarios que se disfrutan en el sector público. Además, de vez en cuando, el gobierno decide tener un detalle con ellos. Por ejemplo, en 2008 el jeque subió la paga de beneficios un 70% y a finales de 2011 decidió aumentar el sueldo a todos los funcionarios entre un 35% y un 40% para celebrar el 40 aniversario de la creación de los Emiratos. A los empleados de la autoridad judicial les regaló un bonus por el 100% de sueldo.
IRPF. En los Emiratos Árabes no se pagan impuestos.
Seguridad Social. Es gratuita.
Educación. Gratuita en todos los niveles, incluyendo ciertas universidades en Estados Unidos. A parte de la matrícula, los estudiantes reciben un sueldo mensual para cubrir los gastos. Como referencia, para los que estudian en Harvard es de 6.000 dólares.
Ayuda matrimonial. Cuando se casan y el cabeza de familia tiene un sueldo que no sobrepasa los 3.000 euros, el Estado le da una paga de 14.000 euros para que puedan hacer una boda en condiciones.
Pensiones. Cada trabajador aporta un 5%, las empresas un 15% y el gobierno el 6% del sueldo para la jubilación. El gobierno asegura un 60% del sueldo si se ha trabajado un mínimo de 15 años, pagando cada año adicional un 2% más. Si se ha cotizado más de 35 años, el estado concede en el momento de la jubilación el equivalente a un sueldo de 3 meses por cada año adicional trabajado.
Vivienda. El gobierno regala a sus ciudadanos parcelas para construirse su casa. El único requisito es estar casado. Si en el momento del matrimonio, el sueldo del cabeza de familia no sobrepasa los 2.000 euros, el gobierno le asigna una casa o le da dinero para su construcción.



Préstamo sin intereses. Si en el momento del matrimonio el cabeza de familia no dispone de ahorros suficientes para emanciparse, el gobierno le da un préstamo sin intereses para sufragar el coste de la casa.
Eliminación de deudas. Ocasionalmente, el jeque dicta decretos para pagar las deudas de los ciudadanos. Hace poco ha anunciado la asignación de 10 billones de dirhams para pagar las deudas de 6.830 emiratis, cuya cantidad no supere el millón de dirhams. A cambio, les reducen el sueldo un 25% y deben jurar no volver a contraer deudas.
Otros beneficios. Algunas empresas, por ejemplo, las de telefonía, los bancos o incluso los taxis tienen tarifas especiales para emiratíes.


Es fácil ser generoso cuando hay abundancia y aquí la hay. Así se hace patria sin problemas. Cualquiera no quiere y se siente querido por su país cuando te trata con tanto mimo. No es de extrañar que no se pretendan cambios políticos ni que haya elecciones. Que la noria siga dando vueltas, que siga la cosa tal cual y que no se marche nunca el jeque. 

Aunque ricos todos por su cuna, eso no quiere decir que la tarta esté bien repartida y que no haya desigualdades entre ellos, que las hay y enormes. Así, por ejemplo, el 90% de los ingresos de las enormes reservas de petróleo y gas de los EAU es propiedad del 0.2% de la población local. Esos son los extraterrestres, los más grandes, la crème de la crème, la élite, pero los demás no los envidian, ellos también son ricos.



lunes, 17 de noviembre de 2014

Dubai, deslumbrante objeto de deseo


Antes de que en 1966 las perforadoras encontrasen en esta tierra la primera bolsa de petróleo, Dubai era una insignificante y casi desconocida ciudad en medio del desierto, en la que vivían algo así como 50.000 habitantes. Con la aparición del oro negro, en menos de diez años la población se cuadruplicó y en 1990 alcanzaba ya los 550.000 habitantes. Un salto bestial que marcaría el rumbo del crecimiento en el futuro más inmediato para que Dubai pasara a convertirse en una ciudad rabiosamente moderna. Hoy, no mucho tiempo después, es evidente nada más entrar en la ciudad, que a Dubai no le valen las medias tintas, que está dispuesta a romper todos los moldes. Dubai lucha abiertamente por ser la diosa, la deseada, la number one, la capital del mundo. Y no va a regatear esfuerzos para conseguirlo. 

Las grúas no encuentran sosiego
A golpe de talonario Dubai se encarama a la cima, crece deprisa hacia el cielo. Se ha convertido en pocos años en una de las urbes más cosmopolitas, más señaladas y más deseadas del planeta. Desde Dubai Marina, el primer núcleo importante entrando desde Abu Dhabi, hasta Deira, en los alrededores del puerto de la antigua ciudad, es una sucesión inacabada de Grandes Manzanas neoyorquinas, un reguero de rascacielos a lo largo de los 50 kilómetros que discurren paralelos a la costa. En los últimos veinte años Dubai se ha convertido en una galería de proyectos urbanísticos fuera de categoría, un escaparate de innovación arquitectónica capaz de desatar las envidias de cualquier otra ciudad que se precie de estar entre las importantes del planeta. En diferentes momentos recientes, esta megalópolis acelerada ha ido descubriendo a los ojos del mundo nuevos tesoros cada vez más espectaculares, nuevas joyas de la corona cada cual más sorprendente, nuevos objetivos faraónicos, nuevas estrellas de la tentación. 

Burj Al Khalifa
El edificio más alto del mundo
Así, corriendo tras lo superlativo, han ido emergiendo en medio de otras grandes maravillas urbanísticas las paradisíacas islas artificiales en forma de palmera (Palm Islands), un exclusivo residencial objeto de deseo para las figuras más afortunadas, el único hotel del mundo catalogado como siete estrellas (Burj Al Arab, un hotel que ofrece a sus clientes un iPad de oro de 24 dilates para que lo utilicen a voluntad durante su estancia en el mismo), el centro comercial más grande del planeta (Dubai Mall, un complejo impresionante que además de 1.200 tiendas alberga un impresionante acuario y una pista olímpica de patinaje) o el edificio más alto construido por los humanos (Burj Al Khalifa, una estilizada y elegante aguja que llega a elevarse 828 metros sobre la faz de la tierra). 

Dubai Fountain
Espectáculo de luz y sonido
En muchos lugares del mundo hay eso que genéricamente se conoce como espectáculos de luz y sonido. Aquí también, aunque con diferencias significativas. Como no podía ser menos tratándose de Dubai, la representación tiene lugar en la fuente más grande del mundo (Dubai Fountain). Contemplar el espectáculo desde alguna de las terrazas del mayor centro comercial del mundo, con el edificio más alto del mundo como decorado de fondo tiene por fuerza que convertirlo en un espectáculo único. Pero resulta que, además, es gratuito. Desde las seis de la tarde hasta las doce de la noche se repite cada media hora y siempre de manera diferente. Se puede pensar que los más de seis mil focos actuando o los chorros que impulsan el agua a cerca de 300 metros de altura son los que propician que el espectáculo sea único, pero no es verdad. Lo que hace especial la velada es el espectáculo en sí mismo. Agua y luces se combinan de forma especial con música de Whitney Houston, Michael Jackson o Céline Dion para redondear una puesta en escena realmente llamativa, una coreografía inusual llena de belleza que se asocia con el ritmo de las danzas orientales y recuerda los movimientos ondulantes de las mujeres y las líneas de la cultura árabe. Un espectáculo único. Como todo en Dubai.


Mezquita en Deira el antiguo centro de Dubai

Acuario gigante en Dubai Mall
Consciente del carácter perecedero del petróleo, Dubai ha dado estratégicos pasos de gigante para la diversificación de sus ingresos y aspira a ser considerada la gran referencia turística mundial. Tanto es así que hace 25 años la economía de Dubai dependía casi exclusivamente del petróleo y en la actualidad éste únicamente significa un 10% del total. Hoy, mientras un millón y medio de personas entran cada semana en el centro comercial Dubai Mall (este centro comercial atrae más visitantes que la ciudad de Nueva York y las cataratas del Niágara juntas), la llama en recuerdo del primer taladro que se manchó de petróleo es un monumento olvidado en un cruce de carreteras que nadie visita.

No hay más que observar el diseño espectacular de las estaciones del Metro dubaití para darse cuenta de que la cosa va en serio. Cuando uno se adentra por la capital entre los enormes rascacielos de su distrito financiero y al hacerlo se va quedando extasiado con el selecto rugido de los potentes supercoches exclusivos que circulan por las amplias avenidas (Maseratis, Ferraris, Lamborghinis), toma conciencia de la expresión máxima del lujo que la ciudad airea orgullosa. Al visitante le embarga una sensación apabullante, una mezcla poco habitual entre la sorpresa y el vértigo, entre la admiración y el mareo, posiblemente producida por la desproporción. Todo es desmesurado, todo es alocado, todo es excesivo. Y no hay más que mirar a través de la ventanilla para corroborarlo. Hay ostentación de grandeza por doquier pero quizás lo más desconcertante es darse cuenta de que toda esa explosión de plenitud era exactamente nada antesdeayer.



Para la gran mayoría de los ajenos, Dubai es un capricho para millonarios convulsivos, una exageración obsesiva sin sentido. Sin embargo, buena parte de los que allí despliegan a diario su vida, dicen que es el único rincón del planeta que cambia cada día. Y aseguran que es la tierra de las oportunidades, el lugar en el que a nadie le interesa de dónde procedes sino lo que sabes hacer. Y en función de ello te pagan. Puede que sea verdad.